Protagonista de inolvidable capítulo de la historia del magisterio en Yucatán, consagró sus 61 años de maestra a la obra perdurable de su vida: el colegio que lleva su nombre, que abrió el 4 de septiembre de 1905. Además, formó y modeló a varias generaciones de maestros. Su desmedido amor por la educación borró obstáculos para el cumplimiento de sus metas en ese renglón. Incansable, y dando muestra de su gran fortaleza espiritual, acudía a las haciendas y pueblos para coordinar y educar a las futuras mentoras.

El 13 de octubre de 1915 asumió el cargo de presidenta de la junta directiva del Primer Congreso Feminista. Gracias a sus méritos, el 4 de marzo de 1923 fue nombrada socia activa de la Confederación Nacional de Libres Pensadores. En febrero de 1945 recibió la Medalla Altamirano, como un premio a sus bodas de oro en el magisterio. Fue pionera en Mérida de la utilización del método Froebel. Fue también ganadora de la Medalla Eligio Ancona.