De niño visitó las haciendas del oeste del Estado de las que su padre fue encargado y donde aprendió la lengua maya, por la que sentiría gran afecto y compararía con otros idiomas que llegó a dominar, como el inglés, francés, italiano, alemán y lenguas africanas.

Su erudición le permitió incursionar en diferentes ramas de la ciencia, como educación, antropología, pintura, literatura, etnobotánica y zoología. En 1937 fundó la Academia de la Lengua Maya y de 1945 a 1948 dirigió el Instituto de Alfabetización para Indígenas Monolingües de México. En 1959 reorganizó el Instituto Yucateco de Antropología e Historia y, posteriormente, fundó el Centro

de Estudios Mayas. El organismo se convirtió después en el Centro de Estudios Antropológicos y, en 1970, en la Escuela de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Yucatán. Fue un colaborador incansable de la Unesco, organismo que en 1950 lo designó jefe del Programa para el Estudio de las Lenguas Vernáculas en la Educación. Su último trabajo, invaluable para los investigadores de la lengua y cultura mayas, fue la dirección y coordinación del Diccionario Maya-Español, patrocinado por Cordemex, que se terminó en 1980.